Cuando me vi en el reflejo supe que no pertenezco a este mundo.
La vida fluye; la gente va corriendo a su trabajo o vuelve a su casa. O está tomando un té o una copa en una cafetería. Todos aislados en su propia burbuja. Indiferentes al afán o a la necesidad de los demás. Cada uno en su mundo, como si no existiera otro.
Y yo, testigo de todo ello, me siento como un fantasma que no pertenece a ninguno de esos espacios estancos.
Estoy fuera.
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